domingo, 9 de agosto de 2009

El drama de las Pyme,s

La situación que están viviendo muchas pequeñas empresas en el país es realmente dramática, si bien en teoría la situación es más fácil que hace un año, cuando la imprevisión existente sobre las quiebras, suspensiones de pagos, retrasos en los periodos de pago, impagos continuados y el lastre de las facilidades de pago de años precedentes generaban diariamente situaciones "impracticables" en la tesorería de gran parte de las empresas españolas.

La sorpresa por el súbito vuelco de las circunstancias del mercado pilló "a contrapié" a la mayoría de empresas. Considero que las circunstancias actuales aún siendo dificultosas, pero lo son en menor medida ya que las empresas y sus gerentes han debido de adoptar las medidas necesarias para cortar la sangría de impagos (si les ha dado tiempo para ello y no han sucumbido en el intento), implantando nuevos procesos y periodos de cobro, así como revisando a la baja el riesgo de sus clientes y realizando un seguimiento más frecuente y personalizado de las relaciones comerciales con sus clientes; estos son aspectos de control interno que las empresas han debido implantar como única vía de escape endógena a la conjunción de problemas que ha generado la crisis actual.

Los aspectos exógenos, es decir, las ayudas externas que las empresas podían haber recibido en forma de inyecciones de liquidez, renegociación de deuda, flexibilización de los pagos y continuidad de los instrumentos como líneas de descuento y pólizas de crédito ha sido prácticamente inexistente, a pesar de la publicidad que a muchas de ellas se les ha otorgado desde medios oficiales, su puesta en práctica y llegada al usuario final ha sido inexistente.

Como veraz y frecuente denominaría al artículo que el pasado fin de semana leíamos en Cotizalia, del que a continuación reproduzco algunas líneas por su simplicidad y reflejo de la realidad diaria de miles de empresas ibéricas: "La operativa de la banca es la siguiente", explica una fuente perfectamente conocedora del asunto: "En cuanto una pequeña empresa tiene un impago, aunque sea un cliente de toda la vida, es un sálvese quien pueda, todo el mundo huye despavorido como si tuviera la peste. Pero en el caso de los promotores, como la banca está harta de comerse activos, les dan una línea de crédito para que al menos paguen los intereses de la deuda y darles bola durante dos años a ver si se arregla esto y pueden volver a pagar". Para justificar esto, se supone que el promotor aporta garantías adicionales, normalmente suelos con muy poco o nulo valor. Es decir, niega el crédito a los solventes y con los insolventes amplía el riesgo todavía más, con otro crédito sobre el crédito moroso. Justo lo contrario de lo que pregona.

La casuística es enorme y afecta a todas las entidades, aunque en mayor medida a las más grandes. Pequeños empresarios -dueños de tiendas, de bares, de empresas de servicios, de peluquerías, etc.- que son clientes de toda la vida de su entidad y que se han encontrado con que, justo en el momento en que lo están pasando peor por la caída de las ventas y por la dificultad para cobrar las facturas que les deben-, el banco le corta el grifo. No puede pagar las nóminas, ni a los proveedores, ni a Hacienda, ni a la Seguridad Social. Y si quiere reabrir su línea de crédito, la entidad le mete un diferencial estratosférico frente al Euribor o le obliga a poner más garantías: el local donde desarrolla la actividad si es suyo; y si no, su propia vivienda.

En la mayoría de los casos, se trata de gente honrada y solvente que no se ha retrasado jamás en el pago de sus cuotas, que está al día con sus impuestos y cotizaciones, que normalmente tiene contratados más productos de la entidad -planes de pensiones, fondos de inversión, seguros...- y que nunca ha dado motivos al banco o caja para que le consideren "sospechoso". Pero da igual. El argumento es que ahora el departamento de riesgos ya no aprueba las operaciones que se hacían antes (en provincias es muy socorrido echar la culpa a "Madrid") y que la financiación se ha encarecido mucho para el banco, por lo que no tiene más remedio que pedir más garantías y trasladar el coste del dinero al cliente. Pocas veces se alude a que el euribor está en mínimo histórico o a que los bancos tienen barra libre para conseguir todo el dinero que quieran del BCE al 1%.

Podemos afirmar que la ayuda prestada a la Pyme desde las instituciones oficiales es inexistente, viniendo acompañada de una abrupta restricción del crédito de bancos y cajas, junto con un endurecimiento sin precedentes de las condiciones de crédito, por no hablar del impávido devenir en caso de impago, donde la flexibilidad de la entidad es nula con independencia de la historia mutua, la ausencia de impagos a lo largo de años y, por supuesto, la contratación por parte de la pyme de todos los productos financieros habidos y por haber, en aras del cumplimiento de objetivos del director de turno.

Y es que, como finaliza el citado artículo, "Si le debes al banco 100.000 euros, tienes un problema; si le debes 100 millones, el que tiene un problema es el banco", haciendo referencia y justificando la actuación de la banca al respecto de promotores inmobiliarios, donde las exigencias contables relativas a las provisiones y la vigilancia por sus Cuentas de Resultados están derivando en una afluencia de dinero a aquellos quienes junto con la banca, han sido en parte responsables de la situación que vivimos.

sábado, 1 de agosto de 2009

Alicia en Zapaterolandia

Con este representativo título hace referencia The Economist a nuestro país, refiriéndose a él en el ámbito de los resultados del nuevo sistema de financiación autonómica. "Todo el mundo tiene premios, todos son ganadores en Alicia en Zapaterolandia", muy representativo en sí mismo. Nos dicen que Zapatero ha sacado adelante el sistema con una fórmula muy simple, la más fácil de todas las posibles, un recurso muy habitual en la política gubernamental reciente...más para todos, todo el mundo puede obtener más.
Pero por supuesto no debemos olvidar que las soluciones más simples no siempre son las mejores y en política, normalmente suelen ser las más caras. Aquí surge la pregunta acerca de si todo el mundo gana ¿quién pierde? y en este caso la respuesta es clara, perderemos todos los ciudadanos pagadores de impuestos, que además de soportar los costes de este nuevo sistema de financiación, deberemos pagar la creciente deuda en la que nos estamos sumergiendo.
Dice The Economist a modo de reflexión final, que Zapatero se siente victorioso y que esta nueva situación refleja de forma clara la realidad del país: los grandes "gastadores"del dinero público son los Gobiernos Regionales, los cuales tienen una importante capacidad sobre el destino de estos fondos suministrados por la Administración Central, pero que como apenas tienen influencia a la hora de decidir sobre quién cae la presión fiscal de la recaudación, no tienen alicientes para establecer la eficiencia como principio de aplicación de sus partidas de gasto.
La dolorosa realidad es que sus políticas económicas siguen sin ser acertadas, la Deuda Pública sigue creciendo a expensas de presentes y futuros incrementos de la presión fiscal sobre el ciudadano y que Zapatero esconde tras este acuerdo y con el antifaz de su capacidad para unir y cohesionar, su debilidad para liderar y para sacar al país de la crisis en las mejores condiciones de competitividad y calidad de vida.